EL JAPÓN (año 1929)
por JIDEKO SELLÉS ÓGUINO DE VIDAL

ÍNDICE | 1. El pueblo japonés2.- El Mikado y su corte | 3.- Los daimios | 4.- La reina madre |
5.- La mujer japonesa | 6.- Los niños | 7.- Temma no Tenjin | 8.- El año nuevo |
9.- Fiesta de los difuntos | 10.- Tanabata Sai. Fiesta de las estrellas | 11.- Tsukimi. Fiesta de la Luna |
12.- Shaka Masturi. Fiesta de Buda | 13.- El Fujiyama | 14.- La religión | 15.- Las flores |
16.- El casamiento
| 17.- Las gueishas | 18.- Los monumentos | 19.- Sooshiki (el entierro) |
20.- El Japón
| 21.- La indústria japonesa | 21.1.- La porcelana | 21.2.- Las lacas | 21.3.- El tejido
 

7.- TEMMA NO TENJIN (Léase Tendchín)

Lámina japonesa de okasan (madre) se entretiene mostrando a su musuko (hijo) los lindos pececitos que nadan incansablemente en las mansas aguas de la pecera Tarde de estío. La okasan (madre) se entretiene mostrando a su musuko (hijo) los lindos pececitos que nadan incansablemente en las mansas aguas de la pecera. (Dibujo de Eiri.)

Este es el templo más famoso de Osaka. En él se venera a Sugawara no Michizane. Vivía este personaje en la corte del Mikado ; era un alto poeta y un selecto dibujante. Por sus grandes méritos suscitó la envidia de Fujiwaro no Shijé, hombre ruín y miserable. Sugawara recibió del Mikado la orden de ejecutar un dibujo representando a su amada Karia Jime, efectuándolo con tal perfección, que el mismo artista, asombrado, permaneció largo rato contemplando su obra ; y, absorto en esta contemplación, cayósele por descuido el pincel de la mano quedando como una manchita en el muslo del retrato de Karia Jime. Al verlo Fujiwaro quiso aprovechar el incidente para perder al artista, y comenzó a decir que Sugawara puso aquel lunar a sabien das, pues cuando lo pintó era porque tenía intimidades con la muy amada del Mikado. Tales rumores molestaron tanto a éste, que hizo comparecer ante él a Karia Jime para comprobar si realmente tenía tal lunar. Y, ¡ oh, casualidad ! ; en el mismo sitio en que cayó el pincel, la amada tenía un lunar idéntico al de la pintura.

Esto hizo que Sugawara cayese en desgracia con el Emperador ; y, sabedor de que éste quería desterrarlo, huyó de Kyoto. Antes fué a Osaka a despedirse de un gran amigo suyo, quien lo recibió con toda obsequiosidad, conduciéndolo, por ser verano, al diminuto jardín que un criado, ferviente admirador del dibujante poeta, se apresuró a regar para refrescar el ambiente.


cascada de Tamadare, en Yúmoto
La cascada de Tamadare, en Yúmoto, lanza desde la altura sus chorros de plata.

Grabado japonés de una musumé Ved a esta lindísima musumé preparándose para escribirle una carta al amado.

old japanese by Kunijira Después de lavarse el pelo, esta dama lo tiende sobre su espalda como una cascada de ébano. (Dibujo de Kunijira.)

Cuando Sugawara decidió marcharse, acompañado por el criado, al pasar sobre una piedra, adorno del jardín, húmeda aún por el reciente riego, reflejóse su cara en ella. El criado lo observó también sin conceder al hecho más importancia que la natural; pero partido ya para siempre el dibujante, y al regresar el criado, al pasar junto a la piedra vió que aún se reflejaba en ella el rostro de Sugawara, sin que, en días sucesivos, se borrase la imagen de la piedra. Esto dió por resultado una sublimación de la fe que el doméstico tenía en el artista y, refiriéndole a su amo lo observado, solicitó que éste le concediese la piedra para adorarla en su casa. Así se efectuó, colocándola junto al altar de sus antepasados.

Cundió la voz de la piedra milagrosa y presto acudieron los vecinos a adorarla, operándose tantos milagros que no tardó el criado en levantar una capillita con los donativos de los devotos. Pero no bastó en breve la pequeña capilla para contener a tantos fieles como acudían a adorar la piedra, y poco a poco fueron erigiéndose grandes pagodas, siendo hoy el más rico y el más popular de los templos de Osaka.

En ocasión de un violento incendio se congregaron todos los vecinos para salvar cuanto les fuese posible del suntuoso templo ; pero nadie osaba tocar la piedra, hasta que apareciendo un desconocido y llamando a dos de los más cercanos, mandó cargarla a hombros y la condujo a lugar seguro. Ardió todo el templo, y al reconstruirlo tratóse de volver a su lugar la sagrada piedra ; pero vióse con asombro que ni siquiera ocho hombres, con los mayores esfuerzos, lograban levantarla. Entonces fueron requeridos los dos hombres que la habían salvado la noche del incendio, y por más que hicieron no consiguieron moverla, siendo así que la vez anterior les pareció de poco peso.

Grabado japonés de gueisha
¿Qué dirá esta carta y qué consuelo le infundirá en el corazón a esta gueisha que la lee con tanto arrobamiento? (Dibujo de Utamaro.)

Ante este hecho buscaron incansablemente al hombre que les mandó sacar la piedra; pero como nadie recordaba su fisonomía no se le pudo encontrar. Y la imaginación popular supuso que sería el mismo Sugawara que recobrando su forma humana acudió oportunamente al templo para salvar la reliquia.

Actualmente esta piedra está depositada en una suntuosa pagoda, y sólo en contadas ocasiones es permitido contemplarla.

Cuando Sugawara abandonó Osaka, fué a cumplir su destierro a Kiyushu, y allí, en la cima de una montaña, agotado de fatiga, escribió todas las penalidades que había sufrido desde la falsa acusación de Shijé y, poniendo a la divinidad por testigo de su inocencia y ofreciendo su escrito al cielo, se inclinó a orar hasta que murió. Entonces, como maldición de Dios, estalló una fragorosa tempestad, y Shijé, no pudiendo ocultar su miedo, acudió a refugiarse al lado del Mikado. Al hacerlo, amainaba la tempestad ; pero, al regresar a su palacio, aumentaron nuevamente los rayos y los truenos, hasta ser fulminado por una centella. Entonces el Emperador y todos los cortesanos, aunque tardíamente, se convencieron de la inocencia de Sugawara.

Grabado japonés de un vendedor de romances Una típica escena callejera del antiguo Japón. El vendedor de romances pregona su mercancía, mientras su compañera canta al compás del shamisen.

A Shijé, al cabo de los años, le erigieron una capilla a orillas del mar, y todos los veranos, después de anochecer, se verifica una procesión marítima, circulando las barcas con pequeñas hogueras y faroles de papel. Al pasar las embarcaciones por delante de la capilla, las luces van amortiguándose hasta casi extinguirse, no recobrando su esplendor hasta que la comitiva sale del límite tradicionalmente dedicado a su devoción.

Otro de los milagros de Sugawara se operó hará unos cincuenta años. En el espejo que tienen todas las pagodas se reflejó una vez su imagen, y todos los fieles que estaban orando en el templo la pudieron contemplar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 




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